...Costalera de por vida

Hilo de esparto tintineando por las calles tras el paso del rugir del costalero. Vivencias que cuando uno se pone el costal de la memoria no se puede borrar, porque dicen los que nos ven desde fuera que al mirar a la imagen soberana de Nuestro Señor, no existen diferencias bajo las tablas de una trabajadera, no se es capaz de conocer el color de los ojos ni el color de la piel. No se pide que sea moreno o con dinero en su haber, y menos hoy día que sea hombre o mujer… o ¿no?

Soy mujer, lo sé, pero ¿tienes tú caballero, el derecho de poder sobre mí? Supongo que depender de que un hombre decida si puedo o no portar un paso me es ínfimamente alejado de la realidad, tú haz tu trabajo, capataz, que yo me encargo del mío.

¿Sabes si siento o dejo de sentir por la imagen que tú mismo adoras?

Una línea en mi cuello es reflejo de un dolor perdido por amar el andar que llevo. No me es alejado el querer volver a repetir una y otra vez mi Estación de Penitencia.

Para no hacer muy pesada esta, mi dicha opinión, voy a pasar a contaros un chiste que no existe tal cual, porque pasó de serlo a formarlo en hecho real. Parece de risa que en el siglo XXI os tenga que contar yo esto. Hace unos días tan sólo, una persona de costal en vena, decidió lanzarse valiente a participar en una igualá, no era muy alta, no, pero no se le niega a un bajito a formar parte de la trasera, lo mejor de una cuadrilla; no le miraron los ojos ni el número de pie; si quisieron desecharla de primeras, ¿porqué tanto esperar?

Pero claro, el chiste comienza ahora, cuando de repente aquella puerta de cristal por donde podías ver quien andaba dentro, las risas de sus compañeros sobresalían, se abrió de nuevo para dejar salir, y sí, es por lo que estás pensando (bendito lector), es de una mujer de quien te hablo.
Le quitan el derecho por ser ella, porque de pecho estaba formada, y fue un sevillano quien se vio capaz de elegir quien es válido.
Si somos ante él todos igual, porqué tú eres tan decidido de hacer capaz o de quitar; prendido fue en un calvario por hombres, y fueron sólo ellas quienes lo alientaron; ¿no fue acaso Judas, un hombre, quien más lo traicionó?

Pues no hagas tú igual, que para Dios no hay distinción.

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